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Tiene ya un par de años de antigüedad pero es muy potente lo que dice esta señora.

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El lado amargo del azúcar

Además de obesidad y diabetes, su consumo exagerado también se relaciona con cáncer. 

azúcar

© GFRMedia / Dennis M. Rivera Pichardo

Para muchas personas es una dulce tentación que les hace sucumbir a menudo.

Para otros, sin embargo, es un carbohidrato más que causa caries, favorece la obesidad, empeora los síntomas de la hiperactividad y es uno de los enemigos de la diabetes.

Pero de lo que no se comenta mucho es de su alegada conexión con otras enfermedades, entre ellas, el cáncer. O de que es una las sustancias más adictivas que se conocen y que sus efectos pueden ser devastadores para la salud. 

Y es que, a pesar de las constantes advertencias sobre los efectos dañinos del exceso de azúcar refinada en el organismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hoy día, en promedio, cada persona consume unas 150 libras al año. Lo que equivale a entre 300 y 600 calorías por día. Una ingesta exagerada que, según los profesionales de la salud, es capaz de afectar severamente tejidos y órganos vitales.

Cabe destacar que antes de la Revolución Industrial (segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX), la mayoría de la población consumía entre dos a tres libras de azúcar al año.

«Hoy se recomienda un consumo de no más de un cinco a un 15% de las calorías totales (no más de 100 calorías al día de azúcar añadida para las mujeres y no más de 150 calorías al día para el hombre). Esto equivale a aproximadamente seis cucharaditas de azúcar añadida para mujeres y nueve cucharaditas para los hombres», explica la dietista clínica, Madeline Rivera, educadora en diabetes del Hospital Auxilio Mutuo, quien también está certificada en manejo nutricional de pacientes con cáncer.

Según explica Rivera, el azúcar es una sustancia adictiva que provoca estragos en el organismo. Además de que cuando se consumen alimentos altos en azúcar, se reducen los deseos de comer alimentos nutritivos como los vegetales y hortalizas, lo que puede resultar en carencias nutricionales, advierte. 

«El alto consumo de azúcar es el principal responsable de la mayoría de las enfermedades crónicas que afectan nuestra sociedad: diabetes, hipertensión, arterioesclerosis, obesidad, cáncer, alzheimer, candidiasis y enfermedades infecciosas, entre otras», sostiene Rivera, mientras resalta que el azúcar blanca refinada que consumimos habitualmente es sacarosa sintetizada de forma artificial.

Por lo tanto, enfatiza, no contiene ninguna de las vitaminas o minerales que el cuerpo necesita para procesarla, por lo que no solo no nos aporta nada desde el punto de vista nutricional, sino que «roba» al organismo vitaminas y minerales.

«En personas sanas, consumir mucha azúcar se relaciona también con el aumento de peso, ya que el azúcar es un carbohidrato y su exceso se convierte en grasa», advierte Rivera, tras indicar que se ha encontrado que consumir azúcar aumenta la eliminación de calcio.

«El organismo se ve forzado a sustraer calcio de los huesos y los tejidos que son las únicas partes en donde lo almacena el cuerpo. El desgaste de calcio en huesos causa que se vuelvan porosos y frágiles, lo cual finalmente conduce a la osteoporosis», señala Rivera.

Por su parte, la doctora Anibelle Altieri, especialista en medicina interna y bariatría, resalta el hecho de que la rapidez con que se absorbe la glucosa y el tiempo que permanece en la sangre se relaciona con efectos sobre la salud o la predisposición a enfermedades y condiciones metabólicas adversas.

«Los productos hechos con azúcar refinada y/o los carbohidratos simples -panes, galletas, dulces, etc.- aumentan más rápidamente los niveles de glucosa sanguínea, estimulando la liberación de insulina» explica Altieri.

Pero destaca que el nivel de glucosa en la sangre, también denominado glucemia, varía como resultado de la relación entre los alimentos que consumimos y los mecanismos utilizados por el cuerpo para mantener dicho nivel dentro de valores estables.

Por ejemplo, luego de consumir alimentos con un índice glicémico alto, como aquellos altos en azúcar, harinas y cereales dulces, cuya glucosa es absorbida más rápidamente, el organismo aumenta automáticamente la liberación de insulina a sangre.

«El exceso de insulina en la sangre si ocurre recurrentemente trae como consecuencia desórdenes metabólicos tales como diabetes, hipertensión, aumento de grasas en la sangre (hiperlipidemia) y obesidad», enfatiza Altieri. 

Mientras que la resistencia a la insulina es una afección que se caracteriza por la deficiencia de los tejidos a responder a la insulina, resultando en disminución de la utilización de la glucosa por el tejido y aumento en la liberación de glucosa hepática.

«La resistencia a insulina es un factor crucial en el desarrollo de obesidad, diabetes tipo 2 y los desórdenes metabólicos prevalecientes en el mundo actual», sostiene Altieri.

Relación con el cáncer 

Los efectos negativos del consumo de azúcar y harinas refinadas o carbohidratos simples son amplios, coincide el doctor Nelson Robles, hematólogo oncólogo del Hospital Menonita y fundador del Centro de Cáncer de la Montaña, en Aibonito.

«Cuando se ingiere azúcar o harinas blancas, los niveles de azúcar en la sangre aumentan rápidamente y el cuerpo libera la dosis de insulina necesaria que va acompañada de la emisión de otra molécula, llamada factor de crecimiento celular. Y mientras el azúcar nutre los tejidos y hace que crezcan, la insulina y el factor de crecimiento tienen en común otro efecto: potenciar los factores de inflamación que estimulan el crecimiento celular y actúan como abono para los tumores», explica Robles, aunque resalta que se trata de una teoría.

No obstante, está de acuerdo en que si una persona está luchando contra el cáncer debería transformar su dieta hacia una lo más natural posible, en la que se excluya todo alimento que sea procesado o alto en azúcar refinada.

«No es pasar hambre. Es no consumir productos altamente procesados ni con azúcar refinada», recomienda Robles, mientras aconseja que la sociedad reevalúe lo que estamos comiendo y ser más inteligentes en lo que comemos.

De hecho, el oncólogo menciona un reportaje que el reconocido médico Sanjay Gupta, de la cadena CNN, publicó en Youtube, donde se habló del azúcar como una toxina.

Mientras que una investigación publicada por el Instituto Karolinska, en Suecia, sobre un estudio realizado entre 1997 y 2005 se encontró que un elevado consumo de azúcar y alimentos azucarados aumentaba el riesgo de padecer cáncer de páncreas.

También se ha señalado que mujeres que han sufrido cáncer de mama y que tienen una menor producción de insulina, tienen mayores posibilidades de supervivencia que las que tienen mayor nivel de insulina. 

De hecho, desde hace muchos años se ha comentado que las células con cáncer consumen unas 25 veces más de glucosa que las células sanas. 

«Estudios e investigadores han llegado a la conclusión de que tener altos niveles de azúcar en la sangre incrementa el riesgo de morir de cáncer de páncreas, hígado y algunas otras enfermedades malignas. Son múltiples los estudios que demuestran que el cáncer se alimenta con el azúcar, así que un paso fundamental en la lucha o prevención contra el cáncer es disminuir el consumo de azúcar refinada», recomienda la dietista Madeline Rivera.

Aparte de eso, agrega la experta, es fundamental la supervisión de un profesional licenciado de la nutrición porque también en estos casos es necesario que la persona consuma un poco de azúcar.

«Pero esta deberá ser de origen natural como la que encontramos en las frutas, pero en los rangos más bajos dentro de la necesidad de cada persona», aconseja Rivera.

Sin embargo, otros profesionales de la salud también han indicado que un paciente que está pasando por una quimioterapia va a sufrir de efectos secundarios que, posiblemente, le quiten el apetito, le provoquen mal sabor en la boca y hasta úlceras que no les permiten alimentarse adecuadamente. Así que, si en un momento dado lo único que tienen ganas es de comerse un mantecado, indican, es recomendable que lo hagan, independientemente de cuanta azúcar contiene.

Más información 

– Clínica de nutrición del Hospital Auxilio Mutuo: (787) 758-2000 extensiones 1166 y 3195

– Centro de Cáncer de la Montaña, Hospital Menonita, Cayey: (787) 263-6680, (787) 263-0411 y (787) 263-0970

– Dra. Anibelle Altieri: (787) 758-0271

A tener en cuenta 

– Debes ir poco a poco dejando de endulzar las bebidas calientes, como el té, café, cereales calientes que consuma en el día. A medida que vayas dejando de lado el sabor dulce, podrás disfrutar mucho mejor del verdadero sabor de las bebidas y alimentos.

– Disminuye el consumo de bebidas carbonatadas, refrescos y jugos con azúcar añadida.

– Adquiere la costumbre de consumir agua, ya que es mucho más saludable. Y cuando desees darte algún gusto prepara jugos de frutas recién exprimidas y diluye con agua.

– Cuando compres alguna bebida o alimento es importante leer las etiquetas nutricionales y solamente comprar aquellos que dicen «sin azúcar añadida».

– Para evitar la sensación de querer consumir algo dulce llegado el final del día, es recomendable consumir una fruta con un trozo de queso a modo de postre, en vez de comerse un helado, bizcocho, flan o cualquier otro postre que tenga alto contenido de azúcar.

– Enseña a tus hijos desde pequeños y no le ofrezcas como premios golosinas y dulces, así no los asocian con momentos agradables ya que pueden ser dañinos para su salud, prefiere darle frutas. 

– Evita tener en casa alimentos guardados que contengan: azúcar añadida, dulces, caramelos, chocolates, etc.

– Se puede bajar el riesgo de contraer enfermedades graves controlando el peso y manteniendo un estilo de vida saludable que incluya actividad física.

Fuente: Madeline Rivera, dietista clínica del Hospital Auxilio Mutuo.

La toxicidad del azúcar 

«Toda azúcar añadida se considera dañina», afirma la dietista clínica Madeline Rivera.

Sin embargo, destaca que las mejores opciones son la miel, la melaza, que es azúcar sin procesar y los jarabes naturales que se extraen del «maple» (arce en español).

«La mejor opción es aprender a disfrutar el dulce natural de los alimentos: una cocción apropiada puede hacer que muchos cereales, frutas y verduras adquieran un dulzor que no solo es delicioso, también es perfectamente digerible y benéfico para nuestra salud», afirma Rivera.

Y aunque acepta que el contenido calórico del azúcar y de la miel es prácticamente el mismo, resalta que la miel contiene proporciones pequeñas de varios micronutrientes de gran valor nutritivo y con efectos beneficiosos para la salud.

Algunos de estos son: aminoácidos esenciales, ácidos orgánicos, minerales (azufre, hierro, calcio, potasio, fósforo, magnesio, cobre, manganeso) y vitaminas (C y grupo B). «Además se le atribuyen propiedades antibióticas, antiinflamatorias y desinfectantes procedentes de las plantas empleadas por las abejas en su elaboración», agrega la dietista.

Comentario: Para más información acerca de nuestra investigación y su rol en las enfermedades modernas, le sugerimos la lectura de los excelentes artículos de la Dra. Gabriela Segura:La epidemia de obesidad, cortesía de la industria agrícola

Alimentación moderna vs. alimentación sana, fuentes de toxicidad, el rol de las reacciones inflamatorias y las sensibilidades alimentarias en las enfermedades crónicas, modernas o idiopáticas

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Interensantisimo articulo,sobre el azucar y la verdad en su proceso de refinado.

Por millares de años el ser humano satisfizo el gusto por el sabor dulce con fruta fresca, fruta seca y miel. Todos alimentos naturales que no contienen sólo azúcares, sino también vitaminas, minerales, enzimas, ácidos orgánicos, proteínas, agua, etc. Sin embargo hoy, la sacarosa contenida en el jugo de la caña de azúcar -refinada y cristalizada- ha desplazado a las fuentes naturales de azúcares y es utilizada en enormes cantidades en infinidad de procesos industriales. Tanto se ha radicado psicológicamente el consumo de la sacarosa, que una familia tipo no resistiría más de un día sin su presencia. O sea que se ha convertido en una verdadera droga.

Dice el Dr. Bruker, investigador alemán y autor de un libro sobre el tema: “Mi experiencia de decenios investigando sobre el azúcar blanco me permiten concluir que esta sustancia es capaz de crear un estado de adicción, del mismo grado que el ocasionado por drogas como la nicotina, el alcohol y el café. Existen estudios realizados en Estados Unidos que lo demuestran, pero que no se han hecho públicos por motivos económicos”.

Como todas las drogas, el azúcar blanco, además de no beneficiar al organismo y no aportar ningún elemento nutritivo y vital, resulta altamente dañoso. Es un verdadero peligro para la salud pública, por ser fuente directa o indirecta de muchos padecimientos “modernos”: caries dental, acidificación de la sangre, descalcificación, arteriosclerosis, infarto de miocardio, diabetes, obesidad, acné, úlcera de estómago, colesterol, tensión nerviosa, problemas de circulación, hiperexcitabilidad, degeneración hepática…

Muchos se preguntarán porqué resulta tan nocivo este derivado de la caña, cultivo originario de la India que los españoles introdujeron en América. La respuesta: la sustancia que hoy conocemos como azúcar poco tiene que ver con la planta original. Se trata sólo de sacarosa “purísima”, priva de impurezas, de vitaminas, de minerales, de enzimas y de todo elemento vital.
O sea, una sustancia química completamente artificializada. Una vez ingerida -y a diferencia de cualquier otro alimento- se transforma completamente en energía, sin dejar siquiera trazas de residuos: nada de proteínas, grasas, almidones, vitaminas, ni minerales. Es decir que aporta calorías vacías. Como otras sustancias químicas puras, la sacarosa excita el organismo con su carga energética inmediata, pero lo enerva y lo debilita, haciendo trabajar en vacío todo el aparato metabólico. Pero lo más grave es que para su metabolización el organismo debe emplear reservas orgánicas de vitaminas, amionoácidos y minerales, empobreciéndose. Las investigaciones -escasamente difundidas por cierto- indican que no solo el abuso, sino el simple uso de la sacarosa pura, predispone el organismo a las modernas enfermedades de la civilización. Indígenas de Africa y Asia cuando consumen azúcar refinado sufren las mismas enfermedades de los occidentales más golosos y sacarodependientes. Sin embargo en estudios hechos en Sudáfrica sobre muestras de orina de 2.000 trabajadores de plantaciones de caña de azúcar, no se hallaron trazas de glucosa pese a que en promedio mascaban 2 kg diarios de caña, o sea que ingerían unos 350g de azúcar. La explicación: mientras la caña mascada es un alimento natural y relativamente completo, el azúcar refinado es un producto extraño y nocivo para el organismo. Otras investigaciones realizadas en Africa e India muestran que la diabetes es desconocida en pueblos que no incluyen carbohidratos refinados en su dieta.

El azúcar blanco resulta particularmente nocivo para los niños, los ancianos y las mujeres, ya que roba del organismo calcio y sales minerales (sobre todo cromo). Esto sucede pues la sacarosa se une al calcio presente en la sangre, formando sucrato de calcio que se elimina por intestinos y riñones. También roba vitaminas y enzimas, necesarias para su desdoblamiento (la sacarosa es un disacárido que el organismo debe convertir en compuestos simples como glucosa y levulosa). Detallados estudios demuestran que cada vez que ingerimos sacarosa, para su metabolización agotamos reservas orgánicas de preciosos aminoácidos (triptofano y metionina), de vitamina B (sobre todo B5, B6 y B12), vitamina PP y minerales. De allí que se defina al azúcar blanco como un verdadero “ladrón” del organismo.

¿QUE OCURRE EN LOS INGENIOS?

Es importante comprender lo que sucede en los ingenios azucareros, donde ingresa un producto noble como la caña y sale algo tan desvitalizado como la sacarosa. Dejémonos llevar por la explicación calificada del Dr. Jaime Scolnik, quién en su libro “La Mesa del Vegetariano” hace un minucioso análisis técnico del proceso, luego de haber visitado varios establecimientos: “Una vez extraído el jugo de la caña en un trapiche y descartada la fibra vegetal (bagazo), se lo cuela, se lo clarifica con anhídrido sulfuroso y cal, se lo lleva a 100°C y se lo filtra agregándole tierra de infusorios y ácido fosfórico, descartándose los residuos sólidos (cachaza). El jugo resultante se concentra, obteniéndose un jugo espeso (melado). Este melado se evapora nuevamente al vacío y se cristaliza la sacarosa, separándosela de la miel residual. Los cristales obtenidos se blanquean con azul de ultramar a fin de eliminar la coloración amarillenta de los residuos de miel intercristalina o de sales de hierro. Esta es llamada azúcar de 1° y tiene un 99% de pureza en sacarosa. La miel resultante (llamada de 1°) se somete a una nueva cocción, obteniéndose azúcar de 2° (con una pureza del 97%) y miel de 2°. Esta última se vuelve a cocinar resultando azúcar de 3° (con un 94% de sacarosa) y miel final o melaza”.

“La melaza es una miel agotada -continua Scolnik- aún con un 30% de azúcar, pero al no poder cristalizarla se la destina a producir alcohol o alimento de hacienda. En cambio el azúcar de 3° se vende habitualmente con el nombre de “rubio” o “moreno”, estando muy lejos de ser un producto integral o natural, sino más bien un producto residual de la fabricación del azúcar blanco, cargado de impurezas y residuos industriales. Siendo blancos los cristales de sacarosa, la coloración del azúcar rubia se debe a la capa de melada que recubre a los gránulos y cuya intensidad depende de la pureza del jugo de origen. La presencia de dicha capa es fácilmente demostrable al lavar este azúcar repetidamente en agua; allí se ve como desaparece el color original (rubio o moreno) y los cristales se vuelven blancos. La melada que reviste a los granos contiene: sulfito de calcio, sales resultantes de la combinación de cal y azufre, hidrosulfito de sodio, ácido fosfórico, carbonato de sodio, etc”.
“Mientras que el azúcar de 3° no sufre un ulterior proceso de refinación -dice Scolnik- los azúcares de 1° y 2° son refinados, no porque los ingenios defiendan la salud del consumidor, sino para poder conservar en mejores condiciones el producto. En efecto el azúcar en terrones contiene sales higroscópicas que absorben agua del aire, tornándolo húmedo y de mal aspecto”.
“Comprendo -prosigue Scolnik- la dificultad de difundir estas sencillas pero grandes verdades. En primer lugar por el desconocimiento que reina en materia de alimentación racional, no sólo en el ciudadano común sino también en la clase dirigente y aún en los mismos médicos. Por otra parte por la acción formidable de los intereses creados. Las industrias exigen que el consumo de azúcar siga incrementándose y en ese aspecto conviene que la gente esté desinformada. Además la industria conoce la debilidad del consumidor por aquello que agrada más a la vista o al paladar, sin tener en cuenta el verdadero valor alimenticio. Muchos pueden pensar que mi discurso puede resultar peligroso, dado que los ingenios y el cultivo de la caña dan empleo a mucha gente. Pero esto es falso, pues la caña podría ir siendo reemplazada por la fruticultura y la apicultura, dos actividades que tienen un excelente potencial en la actual zona cañera y que además poseen la ventaja de ofrecer productos más sanos y nutritivos”.

¿EXISTE UN AZUCAR INTEGRAL?

El mismo Dr. Scolnik clarifica respecto a los llamados azúcares integrales. “Demostrado que el azúcar rubio no merece el nombre de integral o natural, hay antiguas alternativas que preservan los valores nutritivos del jugo de la caña de azúcar. Un procedimiento (llamado mascabado) consiste en cocinar el jugo de caña para concentrarlo (evitando su fermentación), obteniéndose un residuo sólido que, molido, da lugar a un verdadero azúcar integral”.
Este proceso fue introducido en nuestro territorio por los jesuitas. De allí que se difundiera el uso del azúcar mascabo en el sur de Brasil. Misiones en cambio fue perdiendo esa tradición al concentrarse toda la actividad azucarera en Tucumán y al no haber precio del producto. Por suerte ahora pequeñas cooperativas de agricultores misioneros han vuelto a cultivar la caña, en forma orgánica, incorporándole el valor agregado de la artesanal elaboración del azúcar mascabo. Esta tarea se realiza manualmente con paletas de madera en pailas de cobre y permite disponer de un genuino azúcar integral, que conserva todos los componentes de la caña.

OTRAS ALTERNATIVAS

Además de estas opciones, existen otras fuentes naturales para endulzar. Una de ellas es la miel, sobre la cual expresa Scolnik: “Es un alimento orgánico, vivo y no una sustancia muerta como el azúcar industrial. La miel, en lugar de robar, aporta al organismo: calcio que nutre y fortalece los dientes y los huesos; hierro que enriquece los glóbulos rojos de la sangre evitando la anemia; aceites esenciales y balsámicos que desinfectan y tonifican las vías respiratorias; ácido fórmico que es un poderoso antiséptico; vitaminas que son sustancias indispensables a la salud; fósforo que es un tónico para el sistema nervioso; glucosa, fructosa, diastasas, dextrina, albúminas, etc. La miel puede sustituir al azúcar en todas sus aplicaciones, aunque es obvio que la cocción destruye enzimas y vitaminas”.

La principal fuente natural de azúcares son las frutas, siempre mejor si consumidas frescas, pues además de la fructosa y minerales aportan enzimas y vitaminas. También pueden utilizarse numerosas frutas secas (pasa de uva, dátil, higo, pera, durazno, damasco, ciruela, etc.) donde la evaporación del agua permite mayores concentraciones de azúcares y por tanto intensos sabores dulces naturales.

Otra fuente de azúcares y un redituable reemplazo de los snacks a base de sacarosa, son las semillas -crudas o tostadas- como: girasol, nuez, maní, almendra, castaña de cajú, nuez de pecán, castaña de pará, sésamo, etc. Es muy saludable habituar a los niños al consumo de frutas secas y semillas en lugar de caramelos, chocolates y golosinas. Además de beneficiar su estado general de salud, lograremos que redescubran los verdaderos sabores naturales, cada vez mas “tapados” por los saborizantes sintéticos producidos con químicos para nada inocuos y en muchos casos hasta cancerígenos.

Para los diabéticos existe también un endulzante natural que a su vez reduce la tasa de azúcar en sangre. Nos referimos a la Yerba Dulce (Stevia rebaudiana) que entrega su poder endulzante a través de infusión en líquidos calientes, sin aportar hidratos de carbono ni los perjuicios de los edulcorantes sintéticos. Esta hierba ve potenciado su efecto cuando se la asocia a otras hipoglucemiantes como la pezuña de vaca, la higuera y el sarandí blanco.

Es interesante comprobar que pueden elaborarse exquisitos productos (dulces, bombones, galletitas, etc.) prescindiendo del azúcar blanco, reemplazándolo por integral, miel o yerba dulce. Se obtienen así nuevos sabores y altos valores nutricionales

Fuente.

Descargar en pdf,articulo: El azucar:un veneno.

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